sábado, 4 de junio de 2011

Silencio


Tengo días de no escribir, es decir, que llevo varias semanas sin redactar una línea, al menos en este blog. Claro que los días, como las horas o los años, no se poseen, simplemente transcurren. Es lo que tienen las traducciones literales del inglés, que se convierten en atrocidades lingüísticas. Pero eso son otros cien pesos o, lo que es lo mismo, harina de otro costal.

Decía Camilo José Cela que para escribir sólo hay que tener algo que decir, con lo cual he tenido poca tentación a mi alcance. Sí, porque aquí, en Tiquicia, no ha pasado nada, absolutamente nada en un mes. Siempre lo cuento a mis conocidos. Cuando regreso de viaje y me encuentro los diecisiete o veintitrés ejemplares del periódico encima de la mesa del salón, da igual si empiezo a leer el más antiguo, el de hace tres días o la última edición. Los titulares son prácticamente intemporales. Un ejemplo a cinco columnas podrías ser "Ticos consumen altas cantidades de sal", y así de interesante todo.

Hoy la noticia del día es que 29 diputados quieren que les retiren el localizador GPS de sus vehículos oficiales. Lo presentan como tema de debate a la Asamblea Legislativa y el periódico, dándoles la razón -en la iniciativa, no en el fondo del asunto, faltaría más-, les dedica una página. Dice un diputado que cuando van de gira hay bares en los pueblos y si dejan el carro en la puerta del bar, la gente puede llegar a pensar que están echándose una birra. En fin, cosas de mucha importancia para el país.

Mientras doña Laura a lo suyo, que es el carbono neutral y la política-ficción. Una ficción que no pasa por mejorar las infraestructuras, sino por dar conferencias sobre lo divino y lo humano, todo en color verde y en los salones del Inter, ¡cuidao pierde!. Charlas en las que nos cuentan que de Moravia a Heredia se va a seguir tardando una hora todas las mañanas para llegar al brete, pero en un bus lleno de pegatinas verdes y todos tan contentos.

Como digo, mejor calladito. Porque esto para lo que da es para hablar del censo, que viene a ser la catarsis nacional en la que a uno le preguntan si se considera indígena o si las paredes de su casa son de fibrolit y las ventanas de plexiglás. Cuestiones todas de mucho interés para el público en general y los vendedores de materiales de construcción en particular.

Y otros a lo suyo, que es la carta parroquial feminista.