lunes, 3 de octubre de 2011

Porqué me rebelo ante el paquetazo impositivo


Lo veíamos venir desde hace tiempo. El gobierno de Laura Chinchilla, acuciado por la grave situación de las finanzas públicas, en parte heredada y en parte apuntillada por méritos propios, está logrando su desesperada lucha por conseguir más ingresos. De ahí que se haya fraguado una alianza contra natura entre PLN y PAC -como la que ya se gestó para asaltar la Asamblea Legislativa en mayo de este mismo año- con el objetivo de dar cobijo a la insostenible situación del Estado costarricense.

Sí, estimado lector, ese es el único fin de este denominado “paquetazo” impositivo: mantener a toda costa un Estado ineficaz, ineficiente y anclado en el pasado. Porque eso es precisamente lo que tenemos hoy en Costa Rica, un aparato estatal administrativo y empresarial -¡sí, empresarial!- anquilosado y que ha ido creciendo en los últimos años sin mesura ni control alguno.

Si echamos la vista atrás tan sólo dos años, podremos comprobar como, en plena crisis económica el Estado incrementaba la planilla de forma espectacular para absorber la decadencia en el empleo privado. Pero no sólo se contrataron a más y más funcionarios y empleados de organismos públicos y empresas nacionales, sino que se les subieron los salarios por encima de la inflación. Mientras, en la empresa privada, se sufrían importantes ajustes en plantilla y aumentos de sueldo.

Paradójicamente, mientras el Gobierno sacaba pecho del relativamente buen dato del aumento de los precios al consumo, ellos mismos subían los salarios hasta el doble de lo que lo hacía la inflación y el triple que el sector privado. Igualmente, aunque los ingresos procedentes de los impuestos iban en franco retroceso, el Gobierno contrataba más y más personal. Ahora nos piden a los ciudadanos que paguemos la factura.

Lo fácil para el Gobierno es subir los impuestos para intentar tapar el agujero creado por las decisiones que él mismo ha tomado. En ningún caso se ha planteado la profunda reestructuración del elefante blanco que hoy administra Laura Chinchilla. Menos ahora que cuenta con el apoyo del partido que más beneplácito genera entre los empleados públicos: el PAC.

Este paquetazo de impuestos no crea recelo entre las decenas de miles de empleados que se sustentan del pago de los tributos y los precios regulados. Mientras que los beneficiarios del presupuesto público o de sus estructuras paralelas –monopolios estatales, empresas públicas, organismos autónomos…- en cuanto atisban en más mínimo riesgo hacia sus privilegios no dudan en echarse a la calle. Y eso, estimado lector, es algo que incomoda mucho a los gobernantes. Más aún cuando estos son débiles y pusilánimes.

Los ciudadanos estaríamos dispuestos a pagar más impuestos si hubiese un plan de inversión pública que lo respaldase. Pero sencillamente no lo hay. Sino que lo que se nos dice es que hay que pagar más para seguir con una sanidad pública en picado, una educación pública deficiente y una infraestructura del siglo XIX.

Ante esta situación, el ciudadano no tiene más remedio que aplicar el mismo criterio y oponerse frontalmente a este paquetazo sin sentido que se nos pretende imponer. Porque es la seguridad del Gobierno y sus nuevos aliados de que en este país el pueblo es dócil ante las injusticias, la que permite que se antepongan los intereses de grupos de presión sobre los intereses generales del pueblo.

Ha llegado la hora de, que los que no formamos parte de los poderosos grupos de presión que cortan las calles invariablemente para mantener o aumentar sus ilimitados privilegios, nos rebelemos. Porque la gran realidad del paquetazo es que su único objetivo es contener -que no eliminar- el déficit galopante fruto del despilfarro perpetrado durante los últimos cinco años. ¡Reaccionemos!.