Hace unos años escuché una conferencia
magistral de Edgar Mora, alcalde de Curridabat y urbanista diplomado en
Harvard, en la que me impactó una extraordinaria afirmación: "Las personas
terminan acostumbrándose a vivir en obra gris". La afirmación del alcalde
se refería a cómo los costarricenses se han acostumbrado a vivir en ciudades
sin terminar. Ciudades a las que les falta acercas, pasos peatonales,
papeleras, paradas de bus, etc. Ciudades planificadas que, por falta de fondos
o de voluntad política, nunca se terminaron.
A pesar de ese estado de "obra gris"
de las ciudades, los ciudadanos se han acostumbrado a esa normal anormalidad.
No echan en falta ninguno de los elementos normales de una ciudad acabada. Nos
parece normal que no existan aceras para pasear o iluminación nocturna. Esa
maraña de cables forma parte del paisaje de nuestras calles. No nos impacta ver
un cable colgando y rozando el techo de nuestro carro.
Esto que vemos en nuestra ciudad, la que
sea, todos los días, aplica para Costa Rica entera como país. Nos hemos
acostumbrado a tener un país sin infraestructura. Nos parece normal tardar más de una hora en
atravesar la ciudad cualquier día sea hora pico o no. Hemos asumido como bien
empleadas las más de tres horas y media que se tardan en recorrer los apenas
200 kilómetros que separan San José de Liberia.
Visitar una playa en Guanacaste nos toma
unas cinco horas en carro, corriendo no pocos riesgos en carreteras sin
señalización adecuada, llenas de huecos y atestadas de camiones, pero eso es
normal. Como normal parece no contar con un transporte público eficiente que
conecte las principales fuentes de empleo del GAM con los hogares de cientos de
miles de costarricenses. Normal es que haya cortes de electricidad y agua dos
veces al mes o que no seamos capaces de mantener una conversación telefónica
por más de tres minutos.
Nadie se rebela, nadie reclama ante los
poderes del Estado, en las redes sociales, en las mil y una formas de expresión
que tiene el ciudadano del siglo XXI. Nos hemos acostumbrado a vivir en un país
en obra gris, con ciudades a medio hacer, con carreteras, puertos y aeropuertos
planificados en los años ochenta, y sin terminar.
Al fin y al cabo a las clases pudientes
siempre les queda Miami, o cualquier otra ciudad de Estados Unidos o Europa, a
la que ir a darse -como dijo alguien en otro foro- "un baño de primer
mundo" dos o tres veces al año. Y a los menos afortunados conformarse con
un "peor están en Nicaragua", tan cerca pero tan lejos de esta
nuestra presunta Suiza Centroamericana.
Seguimos señalando a los políticos de no
hacer nada al respecto. Pero entre acusaciones de corrupción, cada vez que
alguien da un paso hacia la construcción de una nueva carretera, y prioridades
de alto impacto político y nula aportación a nuestra vida diaria, van pasando
los años, las administraciones, los gobernantes. Mientras, los ciudadanos cada
día nos acostumbramos, con más resignación si cabe, a esta forma de vida en
obra gris que decía el alcalde. ¿Lo vamos a seguir permitiendo?.
Publicado en el periódico La República.
Publicado en el periódico La República.