En unas pocas semanas han corrido ríos de tinta por parte de prestigiosos analistas, fiscalistas y economistas acerca de la necesidad o inoportunidad del paquete impositivo –que no reforma fiscal- que el Gobierno está presentando al Poder Legislativo para su aprobación. Sin embargo, pocos se han atrevido a vislumbrar los efectos que este engendro fiscal tendrá sobre la economía real. En particular sobre la golpeada clase media costarricense.
Llama la atención poderosamente que nuestros más notables economistas, tan preocupados ellos siempre por el dato de la inflación, no se hayan detenido a pensar cómo afectará la propuesta fiscal sobre dicha magnitud. ¿Cómo piensan que afectará el nuevo impuesto sobre los servicios al precio final de los bienes que consumimos?. ¿Cómo influirá el impuesto sobre el valor añadido que los transportistas, los agentes aduanales o los abogados cargarán a partir de ahora en sus facturas sobre el precio del resto de los productos?.
¿Y el efecto redondeo?. ¿Acaso alguien piensa que si el precio de un determinado bien es de 1.000 colones, cuando pase el paquete de impuestos será 1.077 como consecuencia del paso de gravamen del 13 al 14 por ciento?. Está comprobado que este tipo de medidas incentivan el redondeo al alza y que serán, como mínimo, 1.100 los colones que pasará a costar el artículo que antes se cobraba a 1.000.
Pero vayamos un poco más allá. ¿Cómo es posible que un país que anda ondeando la bandera de la educación vaya a gravar con impuestos indirectos un rubro tan sensible para el desarrollo de Costa Rica?. Resulta inconcebible que este punto haya sido planteado por un grupo de personas que se autodenominan “socialdemócratas”. Ni los países europeos con mayor tasa de presión fiscal contemplan una medida tan regresiva.
Como regresivo es en sí el paquete de impuestos propuesto. Sobre todo porque supone un misil sobre la línea de flotación que sustenta la maltrecha economía de la clase media costarricense. Los impuestos indirectos, sobre los que se fundamenta este ajuste fiscal, no entienden de clases sociales, sino que se aplican de igual forma sobre ricos y sobre pobres. Todos pagan el mismo porcentaje. Más aún aquellos que, como ocurre con la inmensa mayoría de los ciudadanos de clase media, gastan sus rentas localmente.
Pensemos en una familia de clase media que vive en una vivienda alquilada y realiza ímprobos esfuerzos por llevar a su único hijo a un colegio privado. Para ellos el costo real de la vida, sin considerar los efectos de la inflación expuestos más arriba, se verá incrementado de forma considerable. Si el colegio cuesta 170.000 colones al mes y el alquiler 300.000, los nuevos impuestos harán que tengan que pagar 59.000 colones más al mes por ambos conceptos. Una cifra imposible de cubrir por no pocos hogares.
El Gobierno, con el único objetivo de continuar manteniendo el insostenible aparato del Estado, ha echado mano de un incremento lineal de impuestos que golpeará directamente a la clase media. Este sector, además, está incapacitado para realizar ningún tipo de planificación fiscal que le ayude a reducir la factura impositiva, como ocurre con los sectores más pudientes.
Laura Chinchilla y su equipo no han querido entrar a modificar el sistema para que paguen más los que más ganan, sino que han optado por aumentar los impuestos a los que ya los pagan. En definitiva, el Gobierno ha preferido salir de cacería al zoológico.
Excelente comentario, Paco, y excelente forma de empezar tu blog. Realmente lamentable la búsqueda eterna de la salida fácil, ahora implementada por el gobierno que se suponía firme y honesto!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Eli. Ojalá el centro del debate del paquete de impuestos fuese el efecto que va a tener sobre la economía real de las familias y no sobre lo divino y lo humano como siempre hacen los ínclitos economistas que navegan en la escena pública tica.
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